"En mi aposento, asaltado a veces por el hosco lebrel de la esperanza, palpando entre mis manos su vaho turbador, juzgo ahora mi propia aspiración a la alegría.
¿Podrá existir (digo en la noche) una palabra, la única sobreviviente, donde pueda almacenar mis sueños, defenderlos de toda vanidad, irlos purificando en mi interior tiranía callada, reagruparlos en una misma fuente igualatoria?
Pero estoy solo frente al llamamiento del mundo: amo su fundación, vigilo sus mudanzas, trabajo cada día en las contestaciones de mi propia experiencia, junto mi vida en un papel. Y las palabras, al borde de ser dichas, próximas ya a mi sueño, pretenden suplantarme: soy el azar que se traduce en vano. (Nadie puede ser el espejo de sí mismo.)
Feliz aquel que nunca puso nombre a su vida. "
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