Vicente Huidobro

"Si yo no hablo, quedarán muchas cosas nonatas. Y esas cosas me castigarán rudamente, se vengarán de mí.
El ruido que los pensamientos hacen en nuestro cerebro no es precisamente el mismo que hacen en el papel, ni tampoco el mismo que hacen al andar por el mundo.
El poeta nunca debiera olvidar, al coger la pluma, que debe conceder su parte al mineral, al vegetal y al animal que viven en él, esperando desde el principio de nuestros tiempos.
  Si nosotros hacemos ruido al andar sobre la Tierra es indiscutible que  la Tierra también hace ruido al andar por el espacio.

   Yo sé que la Tierra tiene un ruido especial, propio sólo de ella y reconocible, como en las familias todos reconocen los pasos de la madre o del abuelo que se va entibiando. Sé que parándose en un sitio entre la Tierra y la Luna yo oiría ese ruido muy distintamente y podría aún anotarlo. Luego acercándome un poco más hacia la Luna, oiría del mismo modo preciso el canto ciego de nuestra compañera.Así lograría hacerlo con todos los astros.No sería tan dificil ni tan larga tarea. Y luego, partitura al frente y batuta en mano, yo podría resucitar a todos los muertos.
  Debo deciros que la famosa música de las esferas sube al infinito como el vaho de un caballo que ha corrido dignamente.
[...] Es preciso penetrar al interior de las cosas. Ante un árbol debemos ser árbol, ante una piedra debemos ser piedra, ante un río debemos ser río, ante el cielo debemos ser cielo, ante la ausencia debemos ser ausencia, ante la alegría debemos ser alegría, ante un pájaro debemos ser pájaro ante una flor debemos ser flor, ante el dolor debemos ser dolor.
  Y no hay más secreto que el tener la llaves del aire, de la tierra, del fuego y del agua.

[...] Los poetas no sienten el tiempo porque su ritmo interior es más potente que el ritmo del tiempo. Pueden pasar horas de horas suspendidos al fondo de sí mismos o agazapados encima de la eternidad. Un día puede caber entre dos suspiros y una noche entre dos palabras" 


                                                                           de Sátiro, o El poder de las palabras 1939

Vicente Huidobro. Manifiesto: La Poesía

La poesía 

(Fragmento de una conferencia leída en el Ateneo de Madrid, el año 1921 ).

"Aparte de la significación gramatical del lenguaje, hay otra, una significación mágica, que es la única que nos interesa. Uno es el lenguaje objetivo que sirve para nombrar las cosas del mundo sin sacarlas fuera de su calidad de inventario; el otro rompe esa norma convencional y en él las palabras pierden su representación estricta para adquirir otra más profunda y como rodeada de un aura luminosa que debe elevar al lector del plano habitual y envolverlo en una atmósfera encantada.


En todas las cosas hay una palabra interna, una palabra latente y que está debajo de la palabra que las designa. Esa es la palabra que debe descubrir el poeta.


La poesía es el vocablo virgen de todo prejuicio; el verbo creado y creador, la palabra recién nacida. Ella se desarrolla en el alba primera del mundo. Su precisión no consiste en denominar las cosas, sino en no alejarse del alba.


Su vocabulario es infinito porque ella no cree en la certeza de todas sus posibles combinaciones. Y su rol es convertir las probabilidades en certeza. Su valor está marcado por la distancia que va de lo que vemos a lo que imaginamos. Para ella no hay pasado ni futuro.


El poeta crea fuera del mundo que existe el que debiera existir. Yo tengo derecho a querer ver una flor que anda o un rebaño de ovejas atravesando el arco iris, y el que quiera negarme este derecho o limitar el campo de mis visiones debe ser considerado un simple inepto.


El poeta hace cambiar de vida a las cosas de la Naturaleza, saca con su red todo aquello que se mueve en el caos de lo innombrado, tiende hilos eléctricos entre las palabras y alumbra de repente rincones desconocidos, y todo ese mundo estalla en fantasmas inesperados.


El valor del lenguaje de la poesía está en razón directa de su alejamiento del lenguaje que se habla. Esto es lo que el vulgo no puede comprender porque no quiere aceptar que el poeta trate de expresar sólo lo inexpresable. Lo otro queda para los vecinos de la ciudad. El lector corriente no se da cuenta de que el mundo rebasa fuera del valor de las palabras, que queda siempre un más allá de la vista humana, un campo inmenso lejos de las fórmulas del tráfico diario.


La Poesía es un desafío a la Razón, el único desafío que la razón puede aceptar, pues una crea su realidad en el mundo que ES y la otra en el que ESTÁ SIENDO.


La Poesía está antes del principio del hombre y después del fin del hombre. Ella es el lenguaje del Paraíso y el lenguaje del Juicio Final, ella ordeña las ubres de la eternidad, ella es intangible como el tabú del cielo.


La Poesía es el lenguaje de la Creación. Por eso sólo los que llevan el recuerdo de aquel tiempo, sólo los que no han olvidado los vagidos del parto universal ni los acentos del mundo en su formación, son poetas. Las células del poeta están amasadas en el primer dolor y guardan el ritmo del primer espasmo. En la garganta del poeta el universo busca su voz, una voz inmortal.


El poeta representa el drama angustioso que se realiza entre el mundo y el cerebro humano, entre el mundo y su representación. El que no haya sentido el drama que se juega entre la cosa y la palabra, no podrá comprenderme.


El poeta conoce el eco de los llamados de las cosas a las palabras, ve los lazos sutiles que se tienden las cosas entre sí, oye las voces secretas que se lanzan unas a otras palabras separadas por distancias inconmensurables. Hace darse la mano a vocablos enemigos desde el principio del mundo, los agrupa y los obliga a marchar en su rebaño por rebeldes que sean, descubre las alusiones más misteriosas del verbo y las condensa en un plano superior, las entreteje en su discurso, en donde lo arbitrario pasa a tomar un rol encantatorio. Allí todo cobra nueva fuerza y así puede penetrar en la carne y dar fiebre al alma. Allí coge ese temblor ardiente de la palabra interna que abre el cerebro del lector y le da alas y lo transporta a un plano superior, lo eleva de rango. Entonces se apoderan del alma la fascinación misteriosa y la tremenda majestad.


Las palabras tienen un genio recóndito, un pasado mágico que sólo el poeta sabe descubrir, porque él siempre vuelve a la fuente.


El lenguaje se convierte en un ceremonial de conjuro y se presenta en la luminosidad de su desnudez inicial ajena a todo vestuario convencional fijado de antemano.


Toda poesía válida tiende al último límite de la imaginación. Y no sólo de la imaginación, sino del espíritu mismo, porque la poesía no es otra cosa que el último horizonte, que es, a su vez, la arista en donde los extremos se tocan, en donde no hay contradicción ni duda. Al llegar a ese lindero final el encadenamiento habitual de los fenómenos rompe su lógica, y al otro lado, en donde empiezan las tierras del poeta, la cadena se rehace en una lógica nueva.


El poeta os tiende la mano para conduciros más allá del último horizonte, más arriba de la punta de la pirámide, en ese campo que se extiende más allá de lo verdadero y lo falso, más allá de la vida y de la muerte, más allá del espacio y del tiempo, más allá de la razón y la fantasía, más allá del espíritu y la materia.


Allí ha plantado el árbol de sus ojos y desde allí contempla el mundo, desde allí os habla y os descubre los secretos del mundo.
Hay en su garganta un incendio inextinguible.
Hay además ese balanceo de mar entre dos estrellas.
Y hay ese Fiat Lux que lleva clavado en su lengua."









Menchu Gal

"Recorrer la obra, la trayectoria artística de Gal, esa mujer que consiguió ser feliz pintando en los oscuros años de la posguerra, que logró ser ella misma frente a todos los obstáculos que imponía la sociedad franquista, es todo un descubrimiento. Un descubrimiento porque, pese a haber ocupado un lugar de honor en el arte español de su tiempo, pese a haber sido una de las pocas creadoras que brilló en un mundo dominado por hombres, pese a haberse alzado como la primera mujer que consiguió el Premio Nacional de Pintura en 1959, su nombre cayó en el olvido, del mismo modo que el de María Blanchard y, en menor medida, el de Maruja Mallo o Remedios Varó, todas injustamente lejos del gran público, pero cada vez más cerca, eso sí, de esos seguidores curiosos, inconformistas, deseosos de conocer las sendas ocultas, paralelas, alternativas del arte.

La calidez de sus interiores

Menchu Gal está ahí y su sensibilidad le pone en contacto con tantos otros espíritus inquietos, capaces de conectar con la calidez de sus interiores, con el olor a sal de sus paisajes marinos, con esos trozos de exterior atrapados en los que se siente el latido de la vida. Sus obras invitan al espectador a caminar con ella, a seguir sus huellas y a trazar un mapa de afinidades compartidas en el que cada cual elaborará su propio itinerario partiendo de sus anhelos, de sus gustos y querencias.

Si algo provoca la obra de la artista vasca, más allá de temáticas, más allá de su expresión a través de corrientes como el cubismo o el fauvismo, es la sensación de cercanía. Dan ganas, sí, de habitar en esas estancias interiores en las que alguien lee apaciblemente o donde las figuras humanas, ausentes, han dejado la calidez de sus palabras, de sus sonrisas, de esos gestos cotidianos tras los que se esconde esa auténtica felicidad que tantas veces pasa desapercibida.

El alfabeto de su corazón

Menchu Gal pintó bodegones, interiores, paisajes, retratos, pero tomara el camino que tomara siempre buscó reflejarse, tomar los pinceles y expresarse con ellos, como si sintiera que los colores, las texturas, fueran el alfabeto de su corazón. Si algo caracteriza a sus óleos es la no frialdad, la sensación de que detrás de cada pincelada la artista dejó un poco de sí misma, una suerte de energía positiva que continúa latente.

Habrá quienes al contemplar su Bahía nocturna se imaginarán dentro de la historia dibujada, soñadores en busca de la calma que siempre imponen las barcas varadas, la arena blanca, el arrullo sagrado del mar cuando apenas se perciben otros ruidos. Habrá quienes al asomarse a su Acantilado percibirán la pesadilla de los abismos, el vértigo de lo abrupto. Y también quienes quieran atravesar El puente y llegar al fondo del misterio que se oculta tras la serenidad y el equilibrio de la escena.

Abstracción paisajística

Menchu Gal plasma el repetido milagro de la vendimia, sobrevuela azoteas, se extasía ante los atardeceres, se adentra, nos adentra, en el “gran bosque” de los cuentos, ese en el que todo es posible, y es capaz de obligarnos a contar las nubes y a deleitarnos con los distintos tonos de la tierra en su maravillosa Abstracción paisajística.

Sus geografías más interiorizadas, las que arrancan del sólido tronco del árbol de su infancia, son las del Norte, panoramas de Irún, Fuenterrabía, Baztán, Elizondo, Bidasoa, San Juan, el Cantábrico y esos montes escuetos y verde mojado que definen el mapa de sus vivencias, pero también alarga las ramas de su afectividad hacia los parajes de Castilla, llenando de franjas de alegres colores unas llanuras recostadas que invitan a la expansión del espíritu.

Reivindicación de la inocencia

Hay composiciones tradicionales como Plaza del Ensanche (Irún), Fuenterrabía, o Paisaje castellano VI, pero también estallidos de libertad y de sutileza que marcan su sello personal como Bodegón con sandía y otros objetos o Pueblo II, donde nos introduce nuevamente, como en el bosque, en parajes de cuento infantil. En el trayecto nos encontramos también con composiciones cercanas a lo “naif”, caso de Bodegón con pajarito o Bodegón con figuras y tulipanes, fechadas en la última etapa de su vida, y que pueden leerse como una vuelta a la infancia, como una reivindicación de la inocencia. El camino no es monótono, varía, se renueva, cambia y se bifurca en múltiples senderos como la obra de Menchu Gal.

Durante la siete décadas que abarcó su trayectoria artística, Gal presentó cerca de 70 exposiciones individuales y participó en más de 200 colectivas. Fue la primera mujer a quien se le otorgó el Premio Nacional de Pintura (1959) y representó tres veces a España en la Bienal de Venecia y otras exposiciones internacionales."

                                                                        Artículo extraido de la revista de "Hoyesarte"















 

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