El ruido que los pensamientos hacen en nuestro cerebro no es precisamente el mismo que hacen en el papel, ni tampoco el mismo que hacen al andar por el mundo.
El poeta nunca debiera olvidar, al coger la pluma, que debe conceder su parte al mineral, al vegetal y al animal que viven en él, esperando desde el principio de nuestros tiempos.
Si nosotros hacemos ruido al andar sobre la Tierra es indiscutible que la Tierra también hace ruido al andar por el espacio.
Yo sé que la Tierra tiene un ruido especial, propio sólo de ella y reconocible, como en las familias todos reconocen los pasos de la madre o del abuelo que se va entibiando. Sé que parándose en un sitio entre la Tierra y la Luna yo oiría ese ruido muy distintamente y podría aún anotarlo. Luego acercándome un poco más hacia la Luna, oiría del mismo modo preciso el canto ciego de nuestra compañera.Así lograría hacerlo con todos los astros.No sería tan dificil ni tan larga tarea. Y luego, partitura al frente y batuta en mano, yo podría resucitar a todos los muertos.
Debo deciros que la famosa música de las esferas sube al infinito como el vaho de un caballo que ha corrido dignamente.
[...] Es preciso penetrar al interior de las cosas. Ante un árbol debemos ser árbol, ante una piedra debemos ser piedra, ante un río debemos ser río, ante el cielo debemos ser cielo, ante la ausencia debemos ser ausencia, ante la alegría debemos ser alegría, ante un pájaro debemos ser pájaro ante una flor debemos ser flor, ante el dolor debemos ser dolor.
Y no hay más secreto que el tener la llaves del aire, de la tierra, del fuego y del agua.
[...] Los poetas no sienten el tiempo porque su ritmo interior es más potente que el ritmo del tiempo. Pueden pasar horas de horas suspendidos al fondo de sí mismos o agazapados encima de la eternidad. Un día puede caber entre dos suspiros y una noche entre dos palabras"
de Sátiro, o El poder de las palabras 1939
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