Monólogo a
dos voces "-Como un lento jarabe que
calienta la bóveda celeste, la luz trama su incendio y vuelven los
colores a mis ojos. ¡Amanece! Éste es el primer día.
-Pero,
idiota, qué asombro va a quedarnos siendo el día que es: el siglo de los
siglos, ya se sabe, final de un gran banquete. Miro por la ventana y
desde mi sensata finitud no veo más que el sol reemplazando a la noche,
como siempre.
-¡Esa inmensa naranja será limón después en las
alturas.' Puedo oler el rocío evaporarse, los pájaros lo absorben
mientras vuelan. Me parece que estoy viendo un milagro. Ha llegado el
momento de dejarse morir para nacer.
-Tranquilo, por favor, no
desvariemos. A poco que se estudie el curso de las cosas se entiende que
el milagro es una farsa. En cuanto a la belleza, hay un amanecer-digamos
que sin nubes- y nada en absoluto. Salvo morirse, claro. Mejor sigamos con
los pajaritos. -¿ No tiene el alba un gesto
de diosa empedernida, muda, virgen? En cuanto se fecunden sus resquicios
el mundo quedará alumbrado y un ritmo nuevo empezará a estirar sus
versos como músculos.
-¡Hay que soltar los cirios, la luz es un
asunto de la tierra! y de paso templemos un poco ese lenguaje: bastante
nos costó vestido de paisano.
-Como un jarabe hirviendo, como el
milagro de un poema...
"Tus ojos son las fuentes donde beben los tigres, que cuando tienen sed no respetan selvas; y arrancan, mientras rugen, esas flores sencillas que entre el romero mueven su poderoso olor.
A tus ojos se vuelcan las entrañas del monte, y por nacer ellas, ¡ oh líquido delgado!, consienten que las lengua vellosas de las fieras, lamiéndolos con furia, sequen ríos de ojos.
Tanto como el romero florido, cuyo aceite persistirá en la piel de los fieros sedientos, huelen cortas raíces y esbeltos anticipos de las flores oscuras del secreto deseo...
La luna se deshoja como un ave en tu agua. A los tigres con celo esa luz los persigue como loco fantasma de una caza suprema que en el río, tus ojos, es posible alcanzar.
Tengo frío ante ti. Porque fuentes tan frías no se encienden sin ángel que su calor otorgue. Y ese ángel que a ti, a tus charcas bajara, no lo oigo cantar ni lo siento fluir.
¡Ah tigres con sed! Déjalos que nos beban, y cuando ya mi boca reseca se deshaga, suéltalos sobre mí, no detengas su ataque: para tus fieras tengo una cierva en mi cuerpo!
No te conocerán. Sabrán tan sólo que tientas con tu voz, con tu sonrisa, y que caes, y que caes...: te derramas del aire de tu olor. Que eres pecado.
Abrirán sus ventanas la noche, creyendo que eres tú lo que es oscuro; y una sombra en la selva, temblarán de que seas, que no seas ¡Oh , si fueras!
Tu contacto, soñando que llegaras, pensarán que es de fuego, que es de nieve... Y tus labios, tu paso, tu gemido, sentirán, al soñar, como despiertos. ¡Qué delicia de ti, que no conocen ni siquiera los mismos que te inventan! Solamente mi amor, que no te busca, te tomó, rechazando tu presencia.
Un furioso aletazo de huracanes cayendo sobre mí. Ardiente fuego espeso derramante caía sobre mí. Yo no lo busqué, venía de entre la densa tierra impura. Entonces lo miré , y era un pedazo de cielo desgarrado. ¿Qué mujer podría resistirle sin antes doblegarse con su peso? ¡Cayendo sobre mí, hincándose en mi cuerpo yo veía su punto vulnerable: era yo siempre!
Cuando se escucha con los ojos cerrados sin pensar en nada, entregándose, llegan murmullos tenues al oido, temblores diminutos del misterio... Hablan para nosostros los ausentes que no veremos nunca, y un mar confuso comienza a iluminarse por medio de palabras, apenas pronunciadas suavemente y que cuesta coger, si no se cierran con energía los ojos.
La dulce marea crece, sobrenada los limites del mundo que nos cerca. Hay secretos que tienen ya su cifra limpiamente clara; nombres que se aferran a su imagen y un ardiente temblor de lumbre mística.
Ya no suenan las aves, ya no bullen los ríos; altos insectos pican en las ramas de una vegetación invisible"
Francisco Barrionuevo. Vado permanente
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Francisco Barrionuevo.
*Vado permanente.*
Mahalta. Ciudad Real, 2025.
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