Pequeños Paraisos. Mario Satz






Meterse en el jardín

La primera vez que entendí la presencia simbólica de los jardines fue leyendo Las afinidades electivas, de Goethe. Se me escapaba su significado y el hecho de que fuera el protagonista masculino quien se ocupara del jardín de la mansión donde vivía con su mujer. Con el tiempo descubrí que se habían escrito profundos artículos sobre el papel del jardín en la novela. En ella, la naturaleza era el territorio del orden espiritual. Tal vez por ello encuentro en el nuevo libro de Mario Satz (Coronel Pringles, Buenos Aires, 1944), Pequeños paraísos, algunas respuestas y agradecidas enseñanzas sobre el papel de los jardines en el imaginario universal. Los jardines son espacios físicos acotados con ambición de totalidad.









Mario Satz, novelista y autor también de libros señeros en el campo de la cábala y la historia de las religiones, nos conduce por la historia de los jardines en tanto espacios físicos y metafóricos. Recorre el jardín chino, el japonés, el persa, el hindú, la memoria de los jardines colgantes de Babilonia. Se demora luego el autor en las partes del todo espiritual que es un jardín: las rosas, los matices del verde, el rumor del agua que los alimenta, el ruido de las cigarras… Pequeños paraísos es una guía espiritual. Este es uno los mayores méritos de este pequeño tratado. Una introducción al ideal de ese locus amoenus que todas las civilizaciones imaginaron. La zona de confort de las almas en busca de su paz, la meditación o la plegaria."

Pablo Garcia Baena, Pinar de la piedra



Foto de Pepa


Pinar de la piedra

"Hay una débil música enredada en mis dedos
como indolentes, verdes algas dormidas,
cuando Mayo desnuda de negros pabellones
mi errante pensamiento.
Hay un tejido espeso como aroma de mieles y de trigo,
que envuelve adormeciendo roca y nube.
Es temprano en la tarde.
El arroyo abandona su flauta entre la hierba.
Me inclino reverente para beber y el agua
pone en mis cerrados párpados su húmeda caricia.
Sobre la tierra extiendo mi pereza
y Mayo me despoja de la corteza gris y extraña de mi traje
ciñéndome triunfal con la guirnalda azul de sus ramajes lánguidos
y en el silencio olvido el remolino inquieto de mi alma.
Ahora soy complacido todo tierra,
sólo un montón de tierra donde crecen florecillas salvajes
como desnudas piernas deseadas
y hay un himno en mis labios,
un himno que levanta su corola
como la púrpura de la diana en un alba con lluvia.
Por el pinar en sombra se difunden sonrisas de armonía
cuando la tarde estruja jacintos olorosos
en el cáliz temblante de los árboles.
La montaña se aleja en éxtasis de humo...
Yo espero confiado que tu inicial escrita en la piedra callada
vuelva a hablarme en la noche con tu voz,
con la voz del agua en el venero,
de ese agua que rompe su líquido alabastro
en el silencio verde de las hierbas."

 

de "Mientras cantan los pájaros"

 

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